viernes, 9 de septiembre de 2011

La jefa.







Desperté pasadas las ocho. Me vestí. Abrí la heladera buscando algo para el desayuno, no tenía ni un miserable cartón de leche. Tomaré algo en la oficina, me dije.
El tren salió de la estación Congreso, colmado. La mayoría, oficinistas como yo, muertos de sueño y personas apiñadas tratando de subir unas, y otras de bajar. Llegué a Carranza con la ropa arrugada. La camisa fuera del pantalón, el pelo cayendo sobre mi cara como un plumero barato.
Al entrar en la oficina, Dolores me esperaba con su cara de ají avinagrado, los brazos en jara y su voz ronca.
—Como siempre, quince minutos tarde.
—Perdí un tren.
Colgué mi bolso y senté en mi cuchitril. Dolores siguió rezongando en voz alta. No respondí.
Entró Garmendia, él era el preferido de la señorita Dolores. Con voz suave le preguntó:
—¿Qué te pasó que llegaste tarde?
Lo miraba con ojos tiernos. El se sentó. Ella se inclinó en el escritorio y le susurró algo por lo bajo, él sonrió comprador. Siguieron conversando. Me moría de ganas por saber qué hablaban. Era de no creer, ella había pasado los cuarenta hacía rato y Garmendia había cumplido veintidós unas semanas atrás, lo festejamos en la oficina.
Vieja podrida, a mí me recibe a los gritos y a él, parece que se lo va a comer, dije en voz baja.
Dolores fue a su oficina. Me dedique a mi trabajo.

El día fue largo. Apuro, nervios, legajos sin terminar y Dolores gritando a todos por cualquier cosa, a todos, no.
A las seis apagué la computadora y me levanté para salir. La jefa me llamó.
—Faltan los legajos de la empresa de Miranda y Martti y el de Moreno Funes.
—Me los entregaron a las cinco de la tarde, imposible completarlos.
—No me interesa. Mañana a primera hora los quiero en mi escritorio.
—¿Me tengo que quedar?
—Usted sabrá que debe hacer.
Por el tonito comprendí que sí, debía quedarme.

Eran las nueve de la noche cuando dejé los legajos en el escritorio de la jefatura, y salí. En el ascensor me encontré con Cesar, un compañero de rentas.
—¿Querés que te alcance a tu casa?
Casi lo beso. Acepté.
Bajamos al estacionamiento. Estaba oscuro. El sollozo de una mujer nos detuvo. Me hizo señas para que bajara la cabeza. No detuvimos. El sonido de lo que pareció un golpe y un grito de mujer, me puso la piel de gallina. Cesar me señaló silencio. Me estremecí. Era una pelea de pareja. Él golpeaba e insultaba con las peores palabrotas. Intenté intervenir, no me gustaba la situación, Cesar me agarró del brazo:
—No te metas, puede estar armado.
La voz masculina me pareció conocida. La de ella, no. Era demasiado histérica. Un coche entró al estacionamiento, las luces iluminaron a la pareja y desde nuestro escondite vimos asombrados a Dolores y Garmendia que seguían discutiendo. El coche dobló y todo quedó a oscuras.
—No me dejes acá —dijo Dolores— por favor.
—Andate al carajo —respondió él—. Pedí un remis por celular.
Lo vimos subir a su moto y salir a toda velocidad. Ella pidió un taxi.
Subimos al coche de Cesar, atavesamos el portón. La saludamos y nos dio vuelta la cara.

En mi casa, pensaba en Dolores, tan valiente con el personal de la empresa y es un corderito con un pendejo cobarde que la desprecia.

Al otro día ella no estaba en la oficina.
Una amiga la encontró inconciente. La internaron con un cuadro de intoxicación. Había intentado matarse.
Ya estaba fuera de peligro.
Pobre Dolores y pobres las que se parecen a ella.

7 comentarios:

  1. ¡¡¡Ufff!!! Qué mensajón.

    Muy bueno.

    Saludos cordiales.

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  2. Vaya, sí, hay gente muy valiente en el trabajo con los más débiles y luego en casa...

    De todas formas a Garmendia le daba yo dos días en el trabajo.

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  3. Una historia con muchos vértices, una pasión que se desboca y lleva a cometer atroces errores (muy humano a propósito) y el otro con la bajeza suficiente como para asquearse de su inescrúpulo.

    Abrazo.

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  4. Que triste historia, una pena. Saludos.

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  5. UFFFFFFF, TREMENDO MUY REFLEXIVO. PERO BACA DE RELATO.
    UN ABRAZO

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  6. En todas partes los más fuertes han hecho las leyes y han oprimido a los débiles.Hau muchas de estas y estos.Pero que mal fin.
    Recibe un saludo.

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